Leyenda de la Cola de Agua en Tenancingo de Degollado


Era la noche del 4 de octubre de 1892, después de la celebración de San Francisco de Asís. Las nubes se acumulaban, se avecinaba una terrible tormenta. Una tromba de agua amenazaba con caer sobre el pintoresco pueblo de Tenancingo, cuyos habitantes, en su mayoría, dormían. En el Desierto del Carmen fray Pedro, el sumiso cuidador del convento, también estaba reposando en su silenciosa y estrecha celda de carmelita. Iban a dar las doce, cuando de pronto unos golpecitos hicieron vibrar con claridad la puerta, despertando al religioso. Los golpeteos a la celda, que por tres veces se repitieron, eran acompañados de una voz femenina que decía:

-¡Pedro, Pedro, levántate, que Tenancingo perece!

Al tercer llamado, el padre se puso de pie y, tomando su farol y acompañado del portero, se dirigió a un lugar del monte conocido como “El Mirador”, desde donde pudo ver con pavor el peligro que amenazaba a Tenancingo. Apartándose un poco de su acompañante, cayó de rodillas, suplicando al cielo misericordia. Procedió entonces a exorcizar la tromba y Tenancingo quedó a salvo, pues ésta se deshizo en gran parte y el resto cayó en el cerro de las Tres Marías, al que reventó.

Lo cierto es que aquella noche, la fuerza de los elementos se desencadenó sobre esta tierra y durante muchos años persistió como prueba una aterradora cicatriz en el cerro que cobija a la población de Tenancingo. El lugar en donde cayó la tromba, desgajando una parte del Cerro de las Tres Marías, hoy conocido como de Cristo Rey. De ahí surge la creencia de que el cerro está lleno de agua y que en algún momento detonará ahogando a la población de Tenancingo.